“And now you do what they told ya, now
you're under control” Zack de la Rocha, 1992
Luego de unas
cortas pero necesarias vacaciones, volvemos con la regularidad de siempre en la
colaboración con el mundo como lo queremos e imaginamos, El Mundo Mejor.
En el último
artículo abordé el complejo tema del Poder. Comprender esta idea, sus elementos
y su direccionalidad, nos permitirá observar a la Política (así en mayúsculas)
de otra manera. Concluí que el Poder es
aquella capacidad para influir en los resultados de un suceso o modificar la
conducta de otro ser humano; todas estas alteraciones de la realidad son
producto de la equiparación (sin meternos en profundidades filosóficas)
PODER=VOLUNTAD. Igualmente se estableció que una relación de poder se basa en un dominante (sujeto activo) y un dominado
(sujeto pasivo); también vimos que ambos personajes mandan y obedecen por su
propia voluntad, ya que obtendrán una ventaja de dicha conducta. Hoy quiero
profundizar la idea de obediencia y fragilidad; les hablaré de ese sujeto que
hace todo aquello que le ordenan, ese “sujeto pasivo” el cual se convierte en
receptáculo de la voluntad del dominante modificando su conducta, deseos y
acciones a las determinaciones de éste. He dicho que esta persona obedece los
designios del sujeto activo de una relación de poder, debido a que obtendrá una
ventaja de esa obediencia: “si yo
obedezco –piensa el dominado- eventualmente lograré un beneficio”. Me
explico mejor: la obediencia del sujeto
pasivo en una relación de poder se basa en la necesidad de la obtención de un
beneficio; la obediencia trae consigo beneficios a corto o largo plazo.
De esta
afirmación se extraen dos conclusiones básicas: 1) la obediencia, es decir el sujeto pasivo, lo es por elección; somos
nosotros los que “decidimos” ser obedientes; y 2) una relación de poder SANA
debe estar orientada a la obtención de beneficios, es decir, debe estar
dirigida a la concreción de ventajas para los participantes de la relación de
poder. Quiero que nos centremos en el primer corolario: obedecemos por
elección. ¿Recuerdan aquella maravillosa película “Una mente brillante”, la
historia de John Nash? Bueno, ese señor aportó grandes avances en la “teoría
del juego” la cual estudia la optimización de conductas de las personas que
interactúan en una relación. Usando estas teorías, podemos afirmar que una persona que participa en una relación
de poder como sujeto pasivo, adopta la conducta óptima cuando obedece, ya que
reporta beneficios tanto para el sujeto activo (ya que modifica su conducta
para adaptarla a la voluntad del dominante y “cumple” con su mandato) como para
él (ya que obedeciendo obtendrá una ventaja a corto o largo plazo). Tal
como vemos, el Poder (y las relaciones derivadas de él) se basa en la Voluntad:
hay voluntad para mandar y hay voluntad para obedecer.
Ahora bien, todo
esto a su vez nos lleva a otra conclusión lógica. Ilustremos: ¿Qué pasa con el
pretendiente a quien la chica que quiere hacer su novia (objetivo) lo conmina a
asistir a una evento familiar, y éste se resiste? ¿Qué sucede con el trabajador
que un día le dice a su jefe: “mira no te
voy a entregar el informe que me pediste, no me fastidies”? O mejor aún,
¿qué le sucede al ciudadano que un día decide no obedecer una ley que considera
injusta?
La respuesta es
sencilla: la relación de poder se acaba. Ello es producto de una de las
características principales de este tipo de relación: son frágiles. Y son frágiles porque dependen de la voluntad
de las personas que la integran; la misma voluntad que las sostiene es la misma
voluntad que las puede derruir. Cuando el sujeto activo deja de mandar, ya
no hay razón de ser en esa relación; pero si el sujeto pasivo es el que decide
dejar de “cumplir” con los designios del dominante, entonces tampoco hay
sentido en la relación de poder.
Entonces en este
momento usted pensará en el pretendiente que decide no asistir a la reunión
familiar, en el trabajador que se fastidió de trabajar o en el ciudadano
oprimido por leyes injustas y malvadas. Pero seguramente (tal como pasa a mis
alumnos en clase) a usted le aflorará el dictadorzuelo que todos llevamos
dentro y dirá: “bueno, LO OBLIGO”. Eso amigos míos es coerción-coacción y
desdibuja por completo una relación de poder; es una relación basada en el
miedo (proyección psíquica de un castigo) o la imposición (manifestación del
castigo). Y eso es tema para otro día…
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